Nos miramos al espejo
y a pesar de los marcos doradosde los suelos sin tierra
y de las calles sin sapos
solo nos queda
la fría certeza
de no haber sobrevivido
a la infancia.
Atrás se hunde la ciudad como una cripta dorada en las entrañas del Mediterráneo. La autopista dibuja tentáculos fosforescentes en el mundo...
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