Me dices que cada día
en cuanto despunta el primer rayo de sol
sobre nuestras amadas sierras,
abres la verja del jardín
y cortas para él las mejores rosas.
dices que te llenas el regazo de pétalos;
que da gloria verlas allí sobre la piedra.
(La piedra que engulle en sus frías etrañas
un haz de huesos
y un puñado de polvo)
Me lo dices desde la distancia
y sin embargo
me llega ese perfume de tu aliento
como si hubieses comido flores.
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