Avanzamos
entre el silencio de los hielos
y los árboles de escarcha;
entre las barcas ceñidas
por densas costras de nieve
y el estaño de las cumbres.
Penetramos
en el vientre de las montañas
y espiamos las gélidas hebras
de los ríos.
Sóo nos persigue el reflejo de la luna
sobre la fría baba de los raíles.
No nos atrevemos ni a respirar
ni a mirarnos.
Sabemos que atravesamos
el reino de la muerte.
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