Las nubes viajeras
se estremecenen el fondo de los charcos.
Yo no tengo nombre,
ni memoria.
Una chica africana
se cruza en mi camino.
Parece una golondrina
que se olvidó de volar.
Nos miramos,
con nuestra tristeza
de aves migratorias,
y de repente,
nos descubrimos los ojos,
Y existimos.
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