Hora punta
La ciudad era una trampa,
un imparable canal
de locos, faros y lluvia.
Y en esa feroz marea
mi mano temblaba firme
rumbo a la tierra de nadie.
Unos faros bajo el humo,
unos ojos entre la bruma,
un pie furioso, era mi vida.
Le hubiera escupido versos
a la garra del invierno;
a las alas de los grajos
a los picos de las torres;
pero no hallé voz ni grito
dentro del sombrío flujo
de luces que navegaban
entre túneles, entre islas.
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