niega a su corazón
el derecho de estremecerse,
de creer de nuevo
en el vuelo de los indolentes pájaros de la noche,
en la gota de rocío que tiembla sobre la hierba
en la frágil hoja reflejada sobre el agua tranquila
en cada brote que estalla, a pesar de todo, contra el asfalto.
Deja atrás la lucha a muerte,
he aquí sus armas, la bandera blanca
y los tratados de paz, firmados
sin condiciones.
Cansada está esta sombra de caminar,
de seguir las horribles huellas de los vencedores
sobre el duro hielo,
de escuchar el rugido de la risa
y el llanto
contra el avance lento de los siglos.
Hastiada de negar la señal innegable
de los jinetes y los carros sobre el barro.
Debajo de cada flor se desintegran los huesos
de los muertos en las batallas.
La marca de la vida y del amor.
A lo lejos, un poeta escribe sobre la belleza de las estrellas
piensa un filósofo sobre la soledad de los planetas,
y un científico descifra la distancia entre las grandes constelaciones.
Todos se detuvieron por un segundo,
miraron al caminante y sus andrajos,
y luego continuaron su camino
abriéndose paso a través de sus astros inútiles.
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