Ojalá en aquellos días
de ira y de ceniza,
yo hubiese tenido un cuaderno
y las palabras necesarias para contar
todo lo que se escuchaba detrás de las puertas,
lo que se veía a través de las cerraduras,
Lo que no se podía detener
ni doblegar.
Ojalá las palabras hubiesen dado forma
a aquel silencio que ahogaba mi voz
como una piedra gigante en el pecho
como una mano de hierro en la garganta.
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